Hay cosas buenas que al principio no parecen buenas, como poner yodo en una herida abierta, o operarse de un tumor, o sacarse una muela. Son experiencias que nadie desea porque el proceso no es bueno. A veces surgen situaciones en las cuales es necesario someterse uno mismo a una acción dolorosa para evitar algo peor.
Si una persona sufre una herida en un pie y el pie se infecta tanto que coge gangrena y una junta de médicos decide que para salvar el cuerpo es necesario cortar el pie, el primer deseo de uno al recibir la noticia es que no le corten el pie. Pero cuando le dicen "Si no te cortamos el pie te mueres", entonces uno cambia de opinión al darse cuenta que tiene que escoger entre el pie y la vida. La persona sabe que junto con el pie está perdiendo los cinco dedos que son también parte del cuerpo, pero también si decide quedarse unido a esos miembros, le va a resultar que, además del pie, se le va a contaminar la pierna y luego el muslo y poco tiempo después van a echarle tierra en el cementerio. Para evitar la muerte es necesario a veces pasar por una experiencia desagradable. Uno es dichoso cuando participa en el resultado final pero para llegar a dicho resultado, tiene que estar preparado para soportar todo el proceso.
La firmeza y la perseverancia son dos cosas muy importantes. La firmeza significa estar bien parado en una base fija y fuerte, de dónde uno no se cae, venga lo que venga. Yo prefiero pasar por el puente que tiene barandas que por aquél que no las tiene. El cristiano se fortalece con el conocimiento de la palabra de Dios. Los momentos difíciles van a venir cuando pasan esas dificultades y van a demostrar si uno estaba bien parado o no. Es como el azote del huracán. Después que pasa es que se sabe cuáles árboles estaban fuertes y cuales no (Luc. 6:46-49).
La perseverancia es continuar hacia adelante a pesar de la situación difícil; estar decidido a seguir sin detenerse. No confundas firmeza y perserverancia: firmeza es continuar siendo lo que uno es sin cambiar; perseverancia es continuar haciendo sin dejar de hacerlo. El cristiano pierde la firmeza cuando deja la perseverancia. Vea Hech. 2:42; 1:14; Rom. 1:25 - 2:7. Cuando el cristiano deja de hacer lo que debe de hacer, también deja de ser lo que debe ser. El cristiano debe estar bien parado y firme espiritualmente para poder soportar cuando viene la prueba de su fe.
El cristiano soporta tentaciones (Sant. 1:12). Resiste, huye. Reconoce sus debilidades y evita estar expuesto, como el alcohólico, evita sus amistades de bebida; o la que está a dieta, evita los dulces.
El cristiano soporta el castigo (Heb. 12:7,11). A veces cuando a uno le surgen sufrimientos de repente y examina su vida, se da cuenta que está haciendo algo malo. Como hijos, recibimos castigo de nuestro Padre. No todos son hijos. Si Dios nos trata como a hijos, somos bienaventurados si soportamos.
El cristiano soporta aflicciones (2 Tim. 3:12; 1 Ped. 3:14; Sant. 5:11).
El cristiano soporta la sana doctrina. En vez de cambiar la doctrina para acomodarla a su manera de ser o de pensar, acepta la sana doctrina y la soporta aunque sea duro o difícil de hacer. Acepta lo que Dios dice en cuanto a instrumentos de música, el silencio de la mujer (1 Cor. 14:34), el bautismo en agua, no juntarse con hermanos indisciplinados (1 Cor. 5:9-11; 2 Tes. 3:14). La sana doctrina puede dar vida o quitarla - depende de la condición del corazón del que oye. Como el huevo y la papa en agua hirviendo, unos se endurecen y no soportan la Palabra, mientras otros se ponen blandos (Prov. 29:1).
En resumen, debemos estar preparados antes que venga la prueba. El secreto de soportar es el amor. El que tiene amor, todo lo sufre, cree, espera soporta (1 Cor. 13:7). El amor más grande es el que Dios tiene por nosotros.