He Peleado la
Buena Batalla
Yo ya estoy próximo a ser
sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. 7 He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está reservada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí,
sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4:6-8
Hay batallas físicas, emocionales, y
espirituales. Cada uno de nosotros hemos estado en batallas, retos y
tempestades. Quizás ahora habrá alguien que esté pasando por una batalla en
este momento. Yo sé cómo te sientes. Yo he pasado por muchas también. Yo se lo
difícil que es estar en una situación dolorosa. Pero gracias al Señor, mire
hacia los montes, como el Salmista David y pregunte, ¿de dónde vendrá mi
socorro? Mi socorro viene de Jehová, que
hizo los cielos y la tierra. (Salmos 121:1-2). Creedme, yo sé lo que es sufrir,
yo sé lo que es llorar. Pero a la misma vez yo sé lo que es reír y estar gozoso,
porque yo sé en quien he creído. ¿Y tú, sabes en quien has creído? Cada uno de
nosotros tenemos un aguijón como lo tuvo Pablo, el cual le pidió tres veces a
Dios que le quite ese aguijón, pero lo único que le dijo Dios: “Bástate en mi
Gracia”. ¿Acaso, Jesucristo, el Hijo de Dios no le pidió al Padre que si es
posible “Pasa de mi esa copa”? Por más que el Padre quiso complacer al Hijo,
ambos tenían que llevar a cabo el Plan de la Salvación. Él tuvo que sufrir y
morir por nuestros pecados. Según Jesús, un pequeño granito de fe puede mover
montañas. Hermanos quizás el aguijón no puede ser removido, quizás las batallas
se intensifica, quizás las montañas de problemas continúen ahí; posiblemente
tenemos que tomar esa copa de armagura. Pero, ¿sabes qué? El conformarnos con la Gracia de Dios podemos
sentir que ya Dios quito ese aguijón. Por amor a Dios podemos cumplir con la
voluntad de Dios podemos resistir esa copa de amargura, y con un poquito de fe podemos
sentir que esa montaña de problemas queda removida porque tu socorro viene de lo
alto. El estas contigo donde quiera que estés. Jesús está con nosotros todos
los días hasta el fin del mundo.
Tengo
por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Romanos 8:18).
En la vida cristiana hay batallas.
Sea persecución, pleitos, contiendas. Especialmente la de las huestes
espirituales que están rondando por este mundo. Satanás tiene las mentes
cauterizadas de las mayoría del mundo; va a llegar un momento que si uno habla
en contra del homosexualismo, nos van a mirar mal y las leyes nos van a
condenar. Pase lo que pase hay que pelear la buena batalla. Hay que guardar la
fe.
Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados
ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor
nuestro. (Romanos 8:38-39)
Quizás yo me muera peleando la buena
batalla, pero si en caso muero, espero que por mi muerte puedan venir mis seres
queridos y algunos otros al conocimiento de la verdad. Por los mensajes que he
dejado puedan salir otros que puedan comenzar a pelear la buena batalla. Yo sé
que Dios tiene una corona para mí, reservada en los cielos. Yo sé que existe un
Redentor que me librara de este cuerpo de muerte. Yo sé que hay algo mejor para
mí. Yo sé que me espera una corona incorruptible.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó
(Romanos 8:37)
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