Soy Peregrino Aquí
“El Mundo no es mi hogar”
2 Corintios 4:17-18 – Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se
ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son
eternas.
Introducción:
Según la Palabra de Dios la vida
física es un soplo de viento, una neblina, flor de campo, una sombra, etc. La
vida comparada con la eternidad es muy breve y la tierra es solo una residencia
temporal. No vamos a estar aquí por mucho tiempo. Así que no nos apeguemos
demasiado. Le pedimos a Dios que veamos la vida con Sus ojos. David oro: Hazme saber,
Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. (Salmos
39:4). La biblia constantemente compara la vida sobre la tierra como vivir en
un país extranjero. Este no es nuestro lugar permanente o nuestro destino
final. Estamos aquí de paso, visitando la tierra. La Biblia emplea términos
como extranjeros, peregrinos, advenedizo, extraño, visitante y viajero para
describir nuestra estadía por esta tierra. El salmista dijo: “Forastero soy yo en
la tierra…” (Salmos 119:9). Pedro explico: Y
si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra
de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación (1
Pedro 1:17)
Había una vez un
hombre que fue escogido para ser embajador en un país enemigo. Él tenía que
aprender el lenguaje, las costumbres y el estilo de vida de ese país. Llego el
momento que a él le gusto tanto todo lo que ese país le ofrecía que decidió
quedarse permanente como ciudadano de ese país. Desde ese mismo momento se hizo
enemigo de su país de origen. Así pasa cuando Dios nos ha puesto aquí en este
mundo para ser peregrino o embajador de Cristo. Nos convertimos enemigo de Dios
cuando enfocamos nuestras vidas en las cosas pasajeras del Mundo. La Biblia
afirma que somos Embajadores de Cristo – Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios (2
Corintios 5:20). No queremos traicionar a nuestro Rey y Señor. Si vivimos en
este mundo como permanentes nos hacemos enemigos de Dios. Considera lo que dice
Santiago 4:4 - y Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo
es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye enemigo de Dios.
Somos Peregrinos
Aquí – Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido,
sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran
extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (Hebreos 11:13)
Somos Extranjeros – Amados,
yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos
carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir
entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de
malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar
vuestras buenas obras. (1 Pedro 2:11-12)
No Somos
Advenedizos en este Mundo sino somos familia de Dios – y Así
que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y
miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19).
El Presidente y el Misionero
Un antiguo relato
cuenta de un misionero que al jubilarse volvía a su casa en los Estados Unidos
en el mismo barco en que viajaba el presidente de esa nación. La algarabía de
la muchedumbre, una banda militar, una alfombra roja, pancartas y los medios de
comunicación, le dieron la bienvenida al presidente, mientras que el misionero
desembarcaba sin notoriedad alguna. Sintiendo lástima de sí mismo, y con
resentimiento, comenzó a quejar con Dios. Entonces el Señor le dijo con
ternura: “Pero hijo mío, tú aún no has llegado a casa”.
Conclusión – Todavía no has
llegado a casa. Vivimos en el mundo pero no somos del mundo. El Reino de Cristo
no es de este mundo. Somos del Reino Celestial – Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para
su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén (2
Timoteo 4:18).
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